En el medio rural como en el urbano existen
leyendas; que se cuentan entre amigos al calor de la botella o se transmiten de
padre a hijo como parte de una tradicional enseñanza; Hay una, que más de algún
caminero conoce bien; se dice que existen unas serpientes conocidas como
alicantes, que aunque no son venenosas poseen una repulsiva costumbre; entran a
las granjas y establos para enroscarse en las patas traseras de las vacas
lecheras, de modo que las inmovilizan, mientras se alimentan pegadas a las
ubres; alguna historias van más allá: Se dice que suele pasar muy
frecuentemente a las mujeres recién paridas, cuando alimentan a sus hijos,
cansadas por los esfuerzos de la crianza y las recurrentes desveladas suelen
quedarse dormidas, lo que es aprovechado por el reptil oportunista, que
hambriento se atreve a invadir los espacios en que habita estas mujeres, pues
bien, la serpiente, tiene la fantástica habilidad de introducir la cola a la
boca del bebé, para impedir que suelte en llanto, mientras que pega su boca al
pecho de la madre para alimentarse de su leche, hasta saciarse y regresar al
siguiente día para repetir su desagradable hábito.

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