miércoles, 1 de mayo de 2013

CUALQUIER BESTIA PUEDE GOBERNAR



Calígula el emperador romano que gobernó del año 37 al 41 d.C. celebre (por entre otras locuras) haberse auto-proclamado Dios, nombró Cónsul de Bitinia a su caballo Incitatus mandándole construir una caballeriza de mármol con pesebres  de marfil, asignándole 16 sirvientes para su cuidado personal. Aparentemente, Calígula lo hizo como muestra de desprecio al Senado Romano. La historia no registra como fue el desempeño del equino como funcionario, pero lo cierto es que este hecho nos demostró al igual que nuestro insigne Comité, que cualquier animal puede tener un cargo, aun cuando no haya garantía de que funcione. Este comentario no va en el sentido de sugerir que ciudadanos poco experimentados deban abstenerse de participar en la elección para un puesto de representación, por el contrario, más bien de hacer notar que cualquiera que aspire a ello, debe cuando menos poseer ciertas cualidades mínimas indispensables (NO MAÑAS) entre ellas podemos mencionar la honradez, la iniciativa, un auténtico espíritu de servicio y de lucha por convicción; ni siquiera mencionamos la experiencia o la facilidad de palabra porque son cosas secundarias: hay infinidad de pillos de muy diestra lengua y de tan largos currículos como su cola; a cambio de ello basta una buena disposición para aprender y ser claro en la expresión y una gran dosis de sentido común. Por tradición existe una vieja costumbre que desafortunadamente ha llevado al país al lugar en donde está y lo mantiene irremediablemente condenado; preferimos darle nuestro voto al que con labia nos dice lo que queremos oír, aunque se trate del mismísimo satanás. Los políticos lo saben bien, y lo aprovechan porque una vez electos, sus promesas pasan al cajón del olvido. En realidad ellos, como el caballo de Calígula, no tienen la culpa; todo depende de quién los coloca en la cumbre del poder.

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