domingo, 30 de junio de 2013

Fragmento de “Arrieros”. Gregorio López y Fuentes (1944).


México, Enero de 1937.
 “Sólo tomo la pluma para saludarte”, me dices en tu atenta, y es el caso que arrebiatas como recua por vereda tres o cuatro asuntos más: Te quejas del fastidio de la casa, y es que extrañas el camino; pero convéncete, hombre; el palo ya no está para cucharas. Te sucede lo mismo que a los postillones de nuestras diligencias, al ser metidos los ferrocarriles, allá cuando los perros se amarraban con tasajo y no se lo comían… ¿Te acuerdas del viejo Chente? Siempre nos hablaba de las conductas, de sus remudas alazanas, de los plateados asaltantes y de otros chismes de su tiempo.
Pues lo mismo sucede ahora a los arrieros viejos, de aquellos rumbos en que ya se están construyendo carreteras; se van quedando en casa, como tú dices, sólo a echar gallinas. Es natural; el flete resulta más barato. La recua ya no sirve más que para acarrear agua de la noria y para ir por leña al monte.
Agregas que quien no quiera llorar, que no se acuerde, y es el caso que tú no haces más que acordarte de aquellos caminos que en alguna ocasión recorrimos juntos, creyendo que eran muy largos, cuando que dentro de poco podrán recorrerse en unas horas.
Leyendo tu carta, me sucedió lo que tú crees que sucede a los moribundos: que salen en espíritu a recoger sus pasos…

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